En un oscuro y tormentoso día a la una menos cinco, tan solo faltaban cinco
minutos para irse a casa.
En la clase solo se oía el tic-tac de las agujas del reloj y
a la señora Amanda cuando hacía chirriar
la tiza mientras resolvía algunos problemas en la pizarra.
De pronto se fue la
luz en todo el centro.
Todos los alumnos se agruparon en una esquina de la clase
asustados, alguien llamó a la puerta, era
una figura grande y estaba cubierta por un espeso manto negro.
¡Era el conserje! Se había tropezado en el pasillo y un cubo
de pintura negra que estaba en una estantería le cayó encima, apagando todas
las luces sin querer.
Andrea Herrador de 2º C
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