Era la noche del día 1 de
octubre, la víspera de Todos los Santos, o de Halloween si hablamos en términos
americanos.
Dos niños avanzaban entre
las sombras en plena noche, iban vestidos con ropas oscuras y viejas. Llevaban
una bolsa negra en la mano completamente cerrada.
Los niños caminaban en
dirección al cementerio del pueblo, apenas hacían ruido, susurraban, evitaban
farolas y calles anchas. Llegaron al cementerio, entraron por un pequeño
agujero que había en la pared donde faltaban un par de piedras, al entrar se
dieron cuenta de que el cementerio estaba cubierto de niebla. Después de unos
minutos caminando se detuvieron ante una lápida, se miraron, temblaban.
-
No deberíamos
estar aquí- dijo uno de los niños.
-
Ya lo sé, pero
hay que hacerlo – contestó otro.
-
Vale, pero
hazlo tú – dijo temblando.
-
No hazlo tú. Y
cuida al sacarlo de la bolsa, te puedes hacer daño o pincharte – respondió el
chico
-
De acuerdo
El niño se apresuró, sacó
de la bolsa cuidadosamente un objeto, lo levantó y seguidamente lo dejo junto a
la lápida, los chicos se dieron la mano y regresaron a casa después de haber
dejado un ramo de rosas en la lápida de su abuela.
ESTELA NAVAMUEL de 2º de
ESO A