Era una fría noche de luna
llena. Laura y yo habíamos salido a dar un paseo por las afueras del pueblo y
casi sin darnos cuenta nos encontramos en la puerta del cementerio. El viento
soplaba con fuerza y de repente estalló una tormenta. Como nos encontrábamos
lejos de las casas, decidimos entrar en el cementerio y corrimos hacia el
panteón más cercano que vimos. De pronto, al apoyarnos en la puerta vimos que
ésta se abría, nos miramos por un momento, preguntándonos qué hacer.
-
¿Entramos?.
Casi sin pensarlo nos
vimos dentro y cerramos la puerta.
-
Esperaremos
hasta que deje de llover – dijo Laura
-
Pero, ¡Yo
tengo miedo! Le contesté
A lo que mi amiga me
respondió con una gran carcajada:
-
No seas miedica, ya no tienes 4 años. Los muertos no pueden hacerte daño.
Por vergüenza no dije nada
más y nos quedamos allí esperando.
Poco a poco el cansancio
se apoderó de nosotras y caímos en un profundo sueño. De repente sentí un
extraño ruido y me desperté. Laura ya no estaba a mi lado pero en una de las
paredes alguien había escrito “Deberías desconfiar hasta de los muertos”. Ya no
vi más a mi amiga.
BELEN ROZADA de 2º de ESO
A
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