A pesar de las profundas
heridas que llevaba en el brazo izquierdo, sujetaba su escudo con valor,
blandiendo su espada dio un paso decidido hacía delante y hundió su espada en
el costado de su oponente; al mismo tiempo sintió como la fría punta el metal
penetraba por su costado. Vio caer a su oponente y siguió luchando sin descanso
hasta el final de la batalla. De pronto reinó la calma y se dejó caer exhausto.
Después de un profundo suspiro, abrió los ojos y descubrió que el cuerpo que
yacía a su lado, no era otro que el suyo.
MAVE CANOVAI MONTERO de 2º
de ESO A
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