Me advirtieron que no me mudara a esa casa, el antiguo dueño
tenía una hija y había desaparecido.
Mi primera noche fue normal hasta que me pareció oír como si
alguien estuviera arañando metal. Yo asustado fui a investigar. En mitad del
pasillo encontré una uña humana, seguí su rastro que conducía hasta un armario,
lo abrí y no había nada. Pero sin saber
por qué el armario se cayó y detrás apareció una rejilla a través de la cual
observé el cadáver de una niña y sus uñas rotas de tanto arañar aquellas
paredes e intentar salir de aquel claustrofóbico lugar.
¡Qué mente tan perversa encerraría a su propia hija!
África Prados 2º E
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